¿Un mundo de traducción automática? Parte III

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El futuro del traductor profesional

Ante tan alentadoras perspectivas, ¿qué nos depara el futuro a los traductores? ¿Seremos sustituidos por robots o atragantaremos los cuellos de botella de la automatización? Según el estudio de Frey y Osborne citado al comienzo de esta serie, la traducción se encuentra en un nivel de riesgo medio, con la misma probabilidad de automatización que el trabajo de los envasadores y embaladores manuales, los técnicos de ingeniería mecánica y los topógrafos.

A este respecto, algunos autores dan por sentado que la traducción automática degradará a buena parte de los traductores profesionales al rango de poseditores, encargados de revisar y corregir el resultado de la traducción automática antes de su publicación, y sostienen que esa situación no será tan nefasta. Otros, como Dorothy Kenny, matizan tales predicciones y consideran importante exigir que se respeten cuestiones relativas a la propiedad intelectual, además de señalar la paradoja de que, en la pugna entre el traductor automático y el traductor humano, se reserve a este último la tarea más mecánica. Nataly Kelly apunta que muchos traductores contemplan recelosos, o incluso con hostilidad, la intrusión de los sistemas de traducción automática. Sin embargo, en la red abundan los comentarios resignados o favorables a la utilización de los traductores automáticos como herramientas de la traducción profesional.

En esta última entrega de la serie ¿Un mundo de traducción automática?, vamos a ver lo que puede ocurrir en las distintas especialidades de la traducción profesional, si los sistemas de traducción automática llegan a implantarse de modo generalizado.

Traducción jurada y jurídica

La traducción jurada ha sido, al menos en España, un refugio de trabajo seguro durante los años de aguda crisis económica, entre 2008 y 2014, como consecuencia del proceso de internacionalización empresarial y del pavoroso éxodo de nuestros jóvenes, la cara y la cruz de la aparente recuperación. ¿Qué ocurrirá en el futuro? ¿Podremos seguir certificando las traducciones con cierto margen de autonomía? ¿O seremos prescindibles?

La automatización no deja incólumes las profesiones relacionadas con los servicios jurídicos y financieros, puesto que se están desarrollando complejos algoritmos capaces de procesar, extraer y resumir la información contenida en los instrumentos jurídicos. El abogado no peligra, pero sí su asistente. ¿Por qué? Porque el abogado hace uso de la inteligencia creativa y social en su trabajo; el asistente, en cambio, recopila y sintetiza la información, una tarea fácilmente automatizable.

¿Puede automatizarse la traducción de textos jurídicos? Hasta cierto punto, sí. En tanto en cuanto exista un programa capaz de identificar los elementos léxicos, fraseológicos y sintácticos que conforman la jerga jurídica de una lengua y de encontrar su correspondencia más cercana, no siempre exacta, en otro sistema jurídico, gran parte de la labor de traducción estará resuelta. Se necesitará la revisión de un traductor jurídico o de un jurista con conocimientos lingüísticos. Un posible obstáculo de la automatización será quizá la deliberada oscuridad del lenguaje jurídico, rasgo que también se está simplificando, al menos en el mundo anglosajón, con la iniciativa del plain legal language movement, que propugna un lenguaje jurídico llano y comprensible.

No cabe decir lo mismo de la certificación que acompaña la traducción jurada. Es muy probable que en las próximas décadas siga existiendo un cuerpo de traductores jurados, únicos garantes de la veracidad y la exactitud de la traducción, del mismo modo que seguirá habiendo notarios y jueces.

Traducción o localización de sitios web

La producción de contenidos multilingües es vital para la pervivencia y la visibilidad de sitios web, redes sociales, foros, juegos, etc., donde importa más la cantidad que la calidad de los textos, siempre que se ajusten a las normas de estilo de la web.

Me atrevo a vaticinar que la localización de páginas web es el campo donde más se van a poner en práctica las técnicas de la traducción automática con posedición humana. Hordas de traductores noveles, recién titulados por las facultades de traducción e interpretación, irán a parar a este mercado de aluvión, mal retribuido y poco valorado, mientras no puedan dedicarse a otra cosa.

Traducción publicitaria y comercial

La publicidad, como la poesía, tiene que apartarse del camino trillado para connotar y condesar mucho contenido en pocas palabras. Me parece muy improbable que un software logre traducir conceptos novedosos mediante fórmulas alejadas del cliché. La traducción de anuncios publicitarios estará a cargo de publicistas o traductores profesionales muy creativos, que deberían vender caros los finos servicios de su cerebro humano.

Cierto tipo de mensajes comerciales tal vez pueda ser objeto de traducción automática con posedición humana, sobre todo en campañas masivas multilingües como las de e-mail marketing.

Traducción técnica y científica

Por su proximidad a los lenguajes formales, muchos textos técnicos podrán traducirse automáticamente, casi sin intervención humana, siempre que estén redactados con arreglo a ciertas pautas. El inglés técnico simplificado (Simplified Technical English) se inventó precisamente para eso. Consiste en emplear frases breves, sistematizar y utilizar una terminología coherente sin ambigüedades, evitar el uso de expresiones idiomáticas, repetir las palabras sin utilizar deícticos, evitar el uso del gerundio y redactar las instrucciones del modo más sencillo posible: la receta perfecta para la traducción automática. No hay que ser adivino para conjeturar que los manuales de uso, por ejemplo, se traducirán de esa manera con controles de calidad automáticos y sin posedición.

Los textos científicos destinados a su publicación en revistas especializadas serán traducidos por investigadores del ramo o por traductores humanos con alto grado de especialización. Es posible que algunos trabajos se pretraduzcan automáticamente, a sabiendas de que el traductor humano tendrá que cambiar muchas cosas para que el texto final sea aceptable. Se exigirá un profundo conocimiento de la materia abordada, por lo que los traductores dedicados a este campo tendrán que documentarse mucho.

Los traductores de toda la vida seguirán siendo necesarios en las ciencias humanas, donde pondrán a prueba sus conocimientos de la especialidad y sus dotes estilísticas. Al menos de momento, las humanidades parecen bastante reñidas con la inteligencia artificial y podrán ofrecer un balón de oxígeno a los traductores más válidos al borde de la asfixia.

Traducción literaria y editorial

He dejado deliberadamente para el final el arquetipo de la traducción inabordable por medios automáticos, el consuelo que siempre se cita para enfatizar cuán insustituibles somos los traductores humanos. Nos resistimos a aceptar que un programa sea capaz de resolver dignamente el complejo y perpetuo desafío de la traducción literaria, la última aldea gala ante la invasión de los robots. Quien lo probó lo sabe.

Sin embargo, envalentonados por los logros de otros campos, algunos investigadores se afanan en encontrar la fórmula que conquiste también este reducto. Mientras indagan las claves formales que confieren identidad al discurso literario, desatienden otras dimensiones no menos importantes. El acto creativo de la literatura pone en evidencia las limitaciones de la inteligencia artificial.

Mi opinión es que no, con la verdadera literatura no lo conseguirán. Si, como sostiene el neurobiólogo Rafael Yuste, padre del proyecto BRAIN, la inteligencia artificial tiene muy pocas cosas en común con las propiedades emergentes del cerebro humano, entonces la automatización podrá llegar muy lejos, pero no al mismo sitio que nuestra creatividad. Por lo tanto, no serán los sistemas de traducción automática quienes propinen el golpe de gracia a la maltrecha traducción literaria.

Y una nota esperanzada

Comoquiera que evolucionen los sistemas de traducción automática, una cosa parece evidente: la mejor manera de cavar nuestra tumba profesional es llenar la red y los corpus paralelos de traducciones pobres, repetitivas, inexactas, literales e inconexas. Si, por el contrario, traducimos como humanos, con inteligencia creativa, originalidad y atención a los detalles, y nos especializamos en campos poco automatizables, tal vez podamos asegurarnos un espacio de diferenciación y persistencia, además de contribuir a evitar el ocaso de la cultura en un mundo cada vez más automatizado.

© Marta Pino Moreno

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